hoy.
(Del lat. hodĭe).
Ese día. Éste día. El día en el que
empiezan el resto de tus días. Corta ahí y párate a pensar en lo
que has sacado, en lo que hemos sacado, en lo que he sacado. Vacío,
vacíos y la nada y de la nada lo peor. Vivir en el infierno y tratar
de ignorarlo es un buen plan si no tienes otro mejor, pero hoy yo
estoy cansada y no me apetece fingir, hoy puedes abrirme en canal
para buscar algo concreto que creas que tengo dentro pero puede que
cuando me rajes el pecho solo encuentres pulmones. Es lo más lógico
que puedes esperar, porque todo lo demás es demasiado poético como
para ser cierto.
Hoy no me importa nada más allá de mis dedos y lo que pueda hacer con ellos, porque con ellos puedo sentirlo todo e incluso más de lo que pensaría que podría sentir y más de lo que me gustaría sentir. Descubrir que tienes dedos otra vez es una sensación maravillosa, yo perdí los míos trabajando, trabajaba soldando con oro y después pintando de negro y me preguntaba por qué nunca ganaba nada, y mis dedos estaban negros por fuera y dorados por dentro, y ya no me dolían, y después la pintura se fue y tuve los dedos de oro y la gente me señalaba por la calle, pero nunca los señalé de vuelta. Nunca volví.
Nunca volví o nunca me fui, y nunca estoy segura de ello, porque mis dedos siguen siendo de oro pero el sitio es mismo aunque lo vea diferente o quizás sea diferente y lo veo igual, supongo que no importa demasiado. Pensándolo bien, pensé mal. Pensé que era un buen negocio y no me daba cuenta de que perdía más de lo que querría tener, pero eso está todo ayer, hoy es hoy y hoy voy a usar mis dedos de oro. Hoy, seré Bukowski para ti, hijo de puta.
Hoy no me importa nada más allá de mis dedos y lo que pueda hacer con ellos, porque con ellos puedo sentirlo todo e incluso más de lo que pensaría que podría sentir y más de lo que me gustaría sentir. Descubrir que tienes dedos otra vez es una sensación maravillosa, yo perdí los míos trabajando, trabajaba soldando con oro y después pintando de negro y me preguntaba por qué nunca ganaba nada, y mis dedos estaban negros por fuera y dorados por dentro, y ya no me dolían, y después la pintura se fue y tuve los dedos de oro y la gente me señalaba por la calle, pero nunca los señalé de vuelta. Nunca volví.
Nunca volví o nunca me fui, y nunca estoy segura de ello, porque mis dedos siguen siendo de oro pero el sitio es mismo aunque lo vea diferente o quizás sea diferente y lo veo igual, supongo que no importa demasiado. Pensándolo bien, pensé mal. Pensé que era un buen negocio y no me daba cuenta de que perdía más de lo que querría tener, pero eso está todo ayer, hoy es hoy y hoy voy a usar mis dedos de oro. Hoy, seré Bukowski para ti, hijo de puta.
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