viernes, 24 de octubre de 2014

VIII. El cristal.

cristal.
(Del lat. crystallus, y este del gr. κρύσταλλος).
1. m. Sólido cuyos átomos y moléculas están regular y repetidamente distribuidos en el espacio.
2. m. Vidrio, especialmente el de alta calidad. 
3. m. Pieza de vidrio u otra sustancia semejante que cubre un hueco en una ventana, en una vitrina, etc.
4. m. Lente de las gafas.
5. m. Tela de lana muy delgada y con algo de lustre.
6. m. Geol. Cuerpo sólido que naturalmente tiene forma poliédrica más o menos regular.



No podría decir cuándo empezó, pero probablemente acertaría si dijese que fue el primer día. No podría decir cuántas veces fueron, pero guardaba cientos de papeles que confirmaban cada uno de los días. No dormía, pero me levantaba como si tuviese una bola de fuego en mi interior. No sé cuándo me acostumbré y perdí el nerviosismo, a fuerza de costumbre, supongo.
Ésto último me parecía algo maravilloso, ya que me daba fuerza para todo. De aquello, solo recuerdo la impaciencia, la música, la luz azul que me obligaba a calmarme y a agitar los pies que me colgaban en el asiento, intentando distraerme para llegar antes. Nunca me acostumbré a abrir tu puerta. Siempre fue tu puerta y me gustaba verte al otro lado. Y me gustaba que saliésemos a la vez del mismo lado.
Sólidos, fuertes, implacables, inalcanzables sobre el pedestal que era el mundo.
Llegaba la hora, atravesábamos el umbral con la nostalgia absurda de un hasta mañana, con el silencio innecesario de un drama de ocho o nueve horas llevadas con una tragedia poética que nos encantaba. Nunca fallaste. Los últimos mimos, los últimos besos.
A través del cristal no hacían falta palabras.






No hay comentarios:

Publicar un comentario